Tiene 30 años que sabemos que los sistemas de pensiones son insuficientes para cubrir las necesidades de la población que se retira.
Tenemos al menos dos generaciones que hablamos de cómo la pirámide poblacional se va a modificar de tal manera que el número de viejos será más alto y el número de jóvenes cada vez menor.
En México, como en muchos otros países, nos recargamos en un esquema de pensiones donde los que dejaban su dinero para el retiro recibían como recompensa los recursos de los que iban llegando a trabajar.
Pero realmente no se creaba un fondo de retiro para esa enorme masa de trabajadores que se iba juntando. Los primeros en jubilarse con estos esquemas de reparto lo hacían de maravilla porque aportaban poco y recibían constantes aumentos en sus pensiones.
Cuando la expectativa de vida era de escasos 50 años y la fuerza laboral aumentaba de manera importante con los jóvenes que se incorporaban a trabajar, no había problemas con este esquema piramidal.
Pero entre las crisis que redujeron las contrataciones y el notable aumento en la expectativa de vida, los sistemas paternalistas de reparto empezaron a congestionarse hasta llegar a conformar anquilosados cuerpos laborales donde el número de jubilados alcanza o supera al número de activos.
El IMSS, Pemex, Luz y Fuerza, en fin, existe una gran cantidad de ejemplos de instituciones y empresas atrofiadas por la enorme carga de jubilados.
A principios de 1992 se dio el primer acercamiento a las cuentas individualizadas a través de la creación del Sistema de Ahorro para el Retiro. Una aspirina para el cáncer que se gestaba.
El siguiente acercamiento fue la creación de las administradoras de fondos para el retiro, entidades privadas que con una buena regulación administraban las cuentas individualizadas.
El sistema, con todas las modificaciones que ha sufrido a lo largo de los 14 años de vida que está por cumplir, es lo más parecido a una solución, de no ser por dos circunstancias:
La primera es que se mantienen muchos esquemas de reparto vigentes en diferentes instituciones y entidades federativas.
La segunda es que es evidente que el ahorro obligatorio podría no resultar suficiente para cubrir las necesidades de un jubilado que suspenda su vida laboral a los 65 y viva hasta los 80 años.
Y con todo y esta insuficiencia de recursos para el retiro, estamos hablando de los privilegiados entre los trabajadores mexicanos.
Si atendemos al cálculo de que la mitad de la economía es informal en México, la mitad de los trabajadores no están juntando para su retiro.
Los que puedan seguirán trabajando hasta los 75 años o hasta morir. Los que estén impedidos de hacerlo enfrentarán la miseria.
*Fuente El Economista